GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Y seremos felices por Mila Oya




ALCIBÍADES





(Artículo anterior La guerra del Peloponeso nº8)

       En el último número nuestro artículo sobre historia, terminaba con la paz de Nicias firmada por Esparta y Atenas tras la guerra del Peloponeso y que debía durar 50 años. Pero sólo duró tres años, porque una nueva figura, que había de resultar nefasta para los atenienses, reanudó las hostilidades. Se trataba de un sobrino de Pericles, llamado Alcibíades, que había nacido en el año 450, cuando su tío se hallaba en el poder. Heredero de su riqueza, de su figura arrogante y de su avasalladora oratoria, Alcibíades fue mimado por Atenas. Discípulo de Sócrates, hacía compatible la severa moral predicada por el gran filósofo con orgías tumultuosas en las que derrochaba el dinero como un sátrapa persa y cometía toda suerte de desmanes.


      

Llegada la hora de su intervención en política, a la que estaba destinado por su nacimiento, Alcibíades sucedió al prudente Nicias en la dirección de los asuntos públicos y convenció a los atenienses para que reanudaran la guerra.

Aliándose con otras ciudades, un ejército ateniense atravesó el istmo de Corinto y atacó a los espartanos en el mismo Peloponeso, pero fueron derrotados en Mantinea (418) y se volvió a establecer el equilibrio anterior.
       No obstante, Alcibíades volvió a pensar en otra expedición contra Esparta. La idea era muy amplia: se organizaría contra Siracusa, colonia doria en Sicilia, y, en general, contra esta isla, considerada como el granero de Esparta y en la que también existían otras riquezas codiciables, como madera para la construcción de naves y plata.
       Aprovechó Alcibíades que la ciudad de Segesto, en la misma isla, había pedido ayuda a los atenienses contra Siracusa, y esto acabó de convencer a la Asamblea ateniense que aprobó el proyecto. Pero la víspera de la partida de la flota, que había de mandar el propio Alcibíades, celebró éste una de sus habituales orgías, en el curso de la cual fue mutilada una estatua del dios Hermes. Los enemigos de Alcibíades le acusaron de sacrilegio, pero el orgulloso joven (tenía entonces 35 años) se negó a presentarse ante el tribunal y huyó de la ciudad encaminándose a Esparta, donde denunció todos los preparativos atenienses.
       Cuando a mediados del año 415 a J.C. salió la escuadra ateniense al mando de Nicias y Lamacos, los espartanos habían enviado ya apoyo a Siracusa, y los atenienses no pudieron conseguir sus objetivos, pese a los refuerzos que se recibieron de su ciudad al mando de Demóstenes. Los espartanos dirigidos por Gylipos rompieron el cerco de Siracusa y aniquilaron a los atenienses. Demóstenes y Nicias fueron degollados y todos los supervivientes atenienses encerrados en miserables cárceles, donde murieron de hambre, o fueron vendidos como esclavos.
       Alcibíades completó su traición señalando a los espartanos el camino de Atenas: si se fortificaban en la plaza fuerte de Decelia, a 24 kilómetros de Atenas, les sería fácil hacer imposible la vida en la ciudad, al tiempo que el asedio provocaría la deserción de sus ciudades aliadas. Así ocurrió, y Atenas agotó sus últimos recursos en la construcción de una escuadra que se estacionó en Samos. Pero una nueva genialidad de Alcibíades la salvó momentáneamente. Este, en efecto, había marchado de Esparta a Asia, donde reinaba entonces Darío II, deseoso de intervenir en la lucha civil griega para recuperar el dominio de Asia Menor y del mar Egeo, para lo cual prestaba apoyo económico a Esparta. Alcibíades se puso de acuerdo con el sátrapa Tisafernes, que prometió ayuda a Atenas, y se presentó en su ciudad donde fue clamorosamente recibido, y nombrado nuevamente jefe de la escuadra, venció a los espartanos en Abydos (411) y en Cízico (410). Estos triunfos reanimaron a Atenas, que se negó a oír las propuestas de paz que Esparta le hacía.

      En Esparta, en este tiempo, un gran jefe militar llamado Lisandro comprendió que el triunfo definitivo sobre su constante rival no podría alcanzarse si no era por mar. Contando con el apoyo persa que se hizo cuantiosos, dedicó todos sus esfuerzos a la construcción de una escuadra, a pesar de lo cual cayó del poder, siendo sustituido por Calicrátides. También Alcibíades había perdido otra vez el apoyo de su ciudad, con lo que la escuadra ateniense fue encomendada a Conón. Éste y Calicrátides libraron la batalla de las islas Arginiusas (406), ganada por los atenienses, pero que constituyó el canto del cisne del poderío naval de Atenas. Porque vuelto Lisandro al poder, al año siguiente logró la decisiva victoria de Egos Pótamos, en la que el poderío naval ateniense quedó definitivamente destruido.


       La ciudad de Atenas fue sitiada en el año 404 y tomada por hambre, en el mismo año en que Alcibíades moría asesinado. Un gravoso tratado le fue impuesto a la ciudad reina de Grecia: había de entregar todas sus naves, excepto doce; se disolvería la Confederación de Delfos, viéndose Atenas obligada a formar parte de la Liga del Peloponeso, y fueron destruidos los Largos Muros y las demás fortificaciones de la ciudad. Cleofón, caudillo de los demócratas, fue ejecutado en tanto que Lisandro establecía un gobierno dirigido por el jefe de los aristócratas, ¨Teramenes", y que fue llamado de los "Treinta Tiranos".

En el número siguiente: LA GRECIA ITALIANA.





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