GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

En busca del Tesoro de Rande por Mila Oya








      En la memoria de todos todavía permanece el escalofriante episodio que dio lugar un submarino nuclear ruso averiado bajo el océano con toda su tripulación a bordo. La opinión pública internacional se sobrecogió con la tremenda historia y todos los medios de comunicación realizaron reportajes para ilustrar la catástrofe.
       En la mente de todos nosotros se reproducía la angustia y el pavor que sentiríamos si fuésemos uno de los tripulantes del artilugio nuclear.

       A raíz de este espantoso suceso el desconocido mundo submarino pareció cobrar un protagonismo en todas las cadenas de televisión y radio y una y otra vez nos preocupábamos de buscar detalles sobre la posibilidad de supervivencia del hombre en este medio.
       El fondo del mar es todavía un gran desconocido. Viviendo en un planeta cuya mayoría está formada por agua salada la ignorancia del medio no deja de resultar curiosa.





       Los buscadores de perlas y esponjas fueron los primeros en experimentar y atreverse a sumergirse en los océanos. Muchos de ellos han llegado a descender hasta los 30,5 m en algunas ocasiones, pero lo normal son inmersiones de 50 a 80 segundos a profundidades de unos 12 m. Estas distancias son las que el cuerpo humano puede alcanzar sin ninguna ayuda externa.

      La presión de las aguas y la imposibilidad de respirar bajo ellas, son el motivo por el que el mar todavía sea un elemento ajeno al ser humano. Sin embargo en este campo no se ha dejado de investigar con la esperanza de algún día conquistar el enigmático mundo submarino. La aparición de aparatos convencionales de respiración, mezcla de aire comprimido y oxígeno permiten a un buceador pasar sin riesgo de los 76 m. Sin embargo sustituyendo el nitrógeno del aire que se respira, que es el causante de los problemas de nuestros pulmones en ese medio, por helio o hidrógeno, es posible llegar a 152 m de profundidad.

       Pero el hombre puede incluso conquistar mayores cuotas de profundidad. Buceadores que han permanecido en bases submarinas sumergidas a más de 100 m y después de haberse acostumbrado a la presión pueden incluso llegar a descender hasta la sorprendente cifra de 657 metros. Ni que decir tiene que a estas profundidades la temperatura es bajísima, claro está dependiendo del océano en el que nos encontremos esta varía. Por ejemplo en el Atlántico en la parte más fría podemos contabilizar -1º C . Además del problema de la temperatura es destacado el de la luz. Los buceadores para trabajar en las profundidades marinas necesitan portar potentes focos de luz pues los rayos del sol ni siquiera rozan estos mundos misteriosos.





       Después de haber conocido la resistencia del ser humano a la presión en el mundo submarino, nos podemos preguntar porque los rusos atrapados en la nave, que solo se hallaban a unos 100 metros de la superficie, no podían sin más abrir las escotillas y huir.

      El problema es que los submarinos mantienen la misma presión existente en la superficie. El hecho de abrir las escotillas enfrentaría a la tripulación con un cambio brusco de presión que sería tan brutal que la muerte estaría asegurada. Los pulmones reventarían sin lugar a dudas. Los cambios de presión son unos de las dificultades y peligros más importantes a los que tiene que enfrentarse un buceador. Ascender desde las profundidades sin respetar los tiempos de aclimatación a la presión provocaría el llamado síndrome de descompresión rápida producida por una disminución brusca de la presión atmosférica.

      Esta enfermedad se caracteriza por la aparición de pequeñas burbujas e inflamación a nivel subcutáneo, pero el síntoma inequívoco es la aparición de un fortísimo dolor, que afecta a diversas partes del cuerpo. Ciertas regiones corporales pueden sufrir parálisis transitoria y en ocasiones se producen lesiones permanentes e incluso la muerte. El síndrome de descompresión rápida se conoce como enfermedad de los buzos. Las cámaras de descompresión son las encargadas de evitar estos problemas. La permanencia en ellas de los buzos es lo que impide que pierdan la vida.
       Mucho queda todavía por saber acerca no solo de los fondos marinos sino de la posibilidad de que los hombres puedan explorarlos por ellos mismos. Hasta el momento bajar de los 657 metros es ciencia ficción. El helio y los trajes especiales consiguen que el cuerpo humano resista. No obstante si descendiéramos hasta el fondo del mar, la respiración sería imposible y por supuesto los materiales que ahora se conocen no podrían resistir por lo tanto el traje reventaría. Sería una muerte cierta. Solo el futuro nos mostrará si el progreso científico consigue que algún día el fondo submarino esté tan concurrido como nuestras ciudades.






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