GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Y seremos felices por Mila Oya




LAS CIUDADES EN EL PERIODO HELENISTICO


      

Se ha dicho ya que uno de los caracteres de la cultura helenística vino determinado por el tránsito de la vida rural a la vida urbana en gran parte del territorio, y por la múltiple aparición de ciudades con una densidad de población hasta entonces sólo reservada a algunas metrópolis como Tebas o Babilonia. Parece, pues, oportuno describir algunas de estas urbes tal como fueron -opulentas, pletóricas de manifestaciones de arte y cultura- en este período helenístico. Frente a las ciudades clásicas griegas, desordenadas, levantadas según el capricho de los constructores de edificios, mal urbanizadas, en suma, las ciudades helenísticas suelen obedecer a un plan geométrico que puede resumirse en el clásico tablero de ajedrez de las ciudades americanas modernas, aunque algunas adoptaron la forma circular, con un centro del que irradian calles enlazadas entre sí pro círuclos concéntricos. Así, Priene, en la desembocadura del Meandro, una ciudad que llamaríamos ahora de placer, una especie de Niza o de Benidorm actuales, fue construida para el disfrute de vacaciones de los petentados del Imperio de los Seléucidas. Sus ruinas excavadas por ingleses y alemanes muestran la disposición regular de sus calles en tablero, elegantes edificios públicos, como teatros y templos (especialmente el dedicado a Pallas Athenea) y su ágora, porque este elemento de la "polis" griega se conservó en todas las edificaciones asiáticas, así como el gimnasio que, en el centro de la vida pública de tales ciudades. La Priene helenística debió ser un anticipo de la refinada Pompeya de la época romana.


       Frente a ella se levantó en la época helenística una nueva versión de la gran Mileto del siglo V antes de Jesucristo: una nueva ciudad comercial e industrial, cuyos muelles se extendían a lo largo del Meandro, limitados por hermosos edificios hoy cubiertas sus ruinas por arena y barro. Igual fin ha tenido Efeso, otra de las grandes ciudades helenísticas, reedificada por Lisímaco junto a las ruinas de la antigua. Las aguas del Caystro la habían sumergido y Lisímaco la levantó sobre unas colinas próximas, que la unían a la vieja ciudad religiosa. Efeso gozó de una actividad industrial y mercantil extraordinaria hasta la invasión de los godos en el siglo III de nuestra Era. Este relieve económico hizo de Efeso un centro de atracción de sacerdotes, magos y adivinos, de cortesanas y de bailarinas, y también de intelectuales que buscaban el centro urbano como medio más adecuado para el desarrollo de sus actividades. Sus enormes avenidas, los palacios que las limitaban y que todavía pudo conocer Pablo de Tarso, fueron puestos a luz por excavaciones austriacas realizadas en el límites de los siglos XIX XX. Ya se ha hablado de Pérgamo como uno de los centros más activos de la cultura helenística. La ciudad quedaba dominada por una potente fortaleza situada a 300 metros de altura, lugar de residencia de los Atálidas. Desde la llanura hasta las murallas del bastión, los Atálidas construyeron numerosas terrazas, cubiertas de templos, de gimnasios y de palacios, que excavaciones alemanas realizadas a finales del siglo pasado y comienzos del actual han dado a conocer. Algunos edificios, como el Museo, la Biblioteca y, sobre todo, el famoso altar, del que posteriormente se detallará su construcción, revelan ya el gigantismo oriental, pero sin perder de vista el gusto por la proporción tan característico de los griegos.
       La Alejandría lágida constituyó igualmente una de las más famosas ciudades del período helenístico: museos, una colosal Biblioteca, un Jardín botánico, Centros anatómico y astronómico, Institutos dedicados al estudio de las Matemáticas, de la Zoología, verdaderas Universidades filológicas, como aquella en la que los sabios judíos redactaron la famosa versión de los "Setenta", y todo ello en un ambiente de ciudad cosmopolita, con calles rectas bordeadas de palacios y jardines, con uno de los más activos puertos del mediterráneos a sus pies y con una población que superaría sin duda el medio millón de habitantes, cifra inconcebible en la Antigüedad, como se ha visto al tratar de las "poleis" clásicas griegas. También contaría con más de medio millón de habitantes la capital de los Seléucidas, Antioquía, que tuvo la primera comunidad cristiana fuera de Palestina, ciudad fastuosa, decorada por sus grandes reyes con monumentos y jardines.

En el número siguiente: LA SOCIEDAD HELENÍSTICA.




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