GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Y seremos felices por Mila Oya




HERMAFRODITO





      
Hijo de Hermes y de Afrodita, a quienes debe su nombre. Un día que se bañaba en las aguas de un lago, en Caria, la ninfa Salmácide, prendada de su gran belleza, le abrazó y, como este se resistía a sus insinuaciones amorosas, la ninfa rogó a los dioses que sus cuerpos nunca se separasen. Su súplica fue concedida y desde entonces formaron un solo ser de doble naturaleza. Hermafrodito, por su parte, obtuvo de ellos que todo hombre que se bañara en las aguas del lago perdiese su virilidad. Figura a menudo entre los compañeros de Dionisio.

Lengua

       El nombre de este dios, convertido en adjetivo, significa "que está dotado de caracteres sexuales masculinos y femeninos", y se aplica tanto al género humano como a ciertas especies vegetales o animales (el caracol, la lombriz de tierra, la sanguijuela).

Literatura

       La fortuna literaria de Hermafrodito tiende a mezclar el relato de Ovidio, que refería su historia en las Metamorfosis, con los numerosos mitos relativos a la figura del andrógino presentes en varias religiones. En particular, la figura de Hermafrodito se confunde a menudo con los andróginos evocados en El Banquete de Plantón (siglo IV a. C). Según explica Aristófanes en este texto, en los orígenes existían tres tipos de seres humanos, unos provistos de dos cuerpos masculinos, otros formados por dos cuerpos femeninos y una tercera categoría constituida por los hombres-mujeres o andróginos. Estos, empujados por la soberbia, pretendieron asaltar el Olimpo y fueron castigados por Zeus, que los seccionó en dos mitades. Los hombres, desde entonces, buscan siempre la mitad que les falta, lo que explicaría el fenómeno del amor. Estos orígenes complejos permiten comprender por qué, en la tradición literaria, la bisexualidad aparece unas veces como una anomalía dolorosa y otras como un rasgo de superioridad.
       Durante mucho tiempo, la figura del hermafrodita es objeto de escándalo y se convierte a menudo en sinónimo de homosexual. Así aparece, por ejemplo, en el panfleto del Thomas Artus contra los "favoritos" De Enrique III titulado "La isla de los hermafroditas" (1605). De modo más general, el epíteto de hermafrodita o de andrógino se aplica frecuentemente a algo que se considera contra natura o que reúne aspectos contradictorios. Tal es el sentido con que lo emplea Dante en el Infierno (Divina Comedia 1307-1321) al referirse a una poesía que intenta conciliar los contrarios, o también el que refleja el Adonis de Giambattista Marino (1623), donde el propio dios aparece como una figura andrógina y simboliza la naturaleza dual de la poesía. La figura mítica del hermafrodita aparece evocada a menudo en situaciones novelescas ambiguas. Encontramos un ejemplo célebre en la novela de Théophile Gautier "La señorita de Maupin" (1836), que contiene frecuentes alusiones a Ovidio, y cuya heroína se define a sí misma como "perteneciente al tercer sexo", pues en ella se funden el cuerpo y el alma de una mujer con el carácter y la fuerza de un hombre. Lejos de constituir una ventaja, esta bipolaridad la hace desgraciada, ya que nunca podrá encontrar un hombre al que unirse. Balzac, por su parte, crea en Serafita (1835) una figura ideal del andrógino, reuniendo los dos sexos y permitiendo así que la joven pareja formada por Wilfrid y Minna se una. Esta unión ideal aparece nuevamente en "El lirio del valle" (1836), donde el encuentro entre Félix de Vandenesse y Mme. De Mortsauf aparece contemplada desde la óptica de una androginia platónica.
       Posiblemente sea en Proust donde la vacilación entre andrógino y hermafrodita sea más evidente. En "Sodoma y Gomorra" (1921), al designar a los homosexuales como "hombres-mujeres" parece más bien referirse a los andróginos de Platón; igualmente, el encuentro entre Jupien y M. De Charlus parece responder a este mito, ya que cada uno encuentra en el otro al "hombre predestinado". Sin embargo, la descripción del joven acostado, en el que se descubren involuntariamente rasgos femeninos, evoca la representación tradicional del hermafrodita. Y para explicar el fenómeno de la "inversión", Proust evoca una hipótesis científica, un "hermafroditismo inicial cuyas huellas parecen conservarse en algunos rudimentarios órganos femeninos en la anatomía del hombre y en otros tantos órganos masculinos en la anatomía de la mujer". Pero en ambos casos ya no aparece considerado, como antaño, algo "contra natura".
       El hermafrodita, por último, se presta a veces a variaciones cómicas, como por ejemplo en el "drama surrealista" de Apollinaire titulado "Las tetas de Tiresias" (1917), donde Teresa, una joven feminista casada, se niega tener hijos y se transforma en "señor mujer" adoptando el nombre de Tiresias, mientras su marido, convertido en mujer, traerá miles de hijos al mundo.


Iconografía

       La estatuaria antigua representa a Hermafrodito con un armonioso cuerpo de mujer dotado de órganos sexuales masculinos, a menudo dormido en una postura llena de gracia y languidez: Hermafrodito, mármol, réplica de una obra del siglo IV a. C., Berlín; Eros andrógino (vasija, siglo IV a. C., Viena), semejante en todo a Hermafrodito a excepción de que se le representa alado. Ya en el siglo XX, Dalí pintó un Hermafrodita (la estética es el mayor misterio terrestre), (1943), colección A. Reynolds Morse.




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