GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Actividad nocturna por Mila Oya




LA GUERRA DEL PELOPONESO



      Esparta y Atenas habían quedado, como se ha visto, al frente de todas las poleis griegas después del duro trance de las Guerras Médicas, que fueron unas guerras nacionales contra el imperialismo persa. Pero terminadas éstas, había de surgir fatalmente la rivalidad entre las dos ciudades que habían llevado el peso de la contienda y que se atribuían el mérito de la victoria. Atenas se había convertido en una gran potencia marítima y bajo el mando de Pericles aspiraba a la hegemonía sobre todos los pueblos griegos; Esparta, gran poder continental, no podía tolerar esta pretensión que ella misma tenía. A esto hay que unir la diferencia de sistema político existente en ambas ciudades: democrático el de Atenas, oligárquico el de Esparta; y también la rivalidad ya secular entre dorios y jonios.


      Tucídides, el imparcial historiador de esta guerra, aseguró que Esparta se había visto arrastrada a una guerra que no deseaba por temor al creciente poderío de Atenas, pero Tucídides, aunque intervino en la guerra, por cierto con escasa fortuna, en favor de Atenas, no podía olvidar sus prejuicios aristocráticos y su destierro provocado por Pericles el 442 a. J.C., y aunque describió de modo objetivo los episodios de la guerra, incluso su propia derrota, pretendió echar sobre Pericles la acusación de autocracia y la de ser causante directo del trágico conflicto que desangró a todos los pueblos griegos.

      

La guerra civil griega duró veintisiete años (431-404 a. J.C.) y estalló cuando en aquel estado de recelo mutuo- lo que llamaríamos ahora “guerra fría”- existente entre ambas ciudades surgió el pretexto para lanzarse a la acción. Fue, inicialmente, la rivalidad comercial ya antigua entre Atenas y Corinto la que provocó el comienzo del conflicto. Atenas ofreció su apoyo a la ciudad de Corcyra (Corfú), que era colonia de Corinto; y ésta hizo lo propio con Potydea, ciudad afiliada a la Confederación de Delos y, por lo tanto, bajo la influencia de Atenas. Como Corinto por sí sola no podía resistir el ataque de los atenienses, llamó en su ayuda a la Liga del Peloponeso, dirigida por Esparta, y la oligarquía de esta ciudad, que veía con temor el crecimiento de Atenas, decidió prestarla. Sin embargo, con objeto de no cargar con la acusación de haber provocado el conflicto, propuso a Atenas la continuación de la tregua con ciertas condiciones, entre ellas el destierro de Pericles. Atenas no aceptó la humillante propuesta y la guerra comenzó.


       La guerra civil griega fue pues una guerra en la que todas las poleis helénicas lucharon agrupadas en cada uno de los dos bandos; pero se dieron muchos casos de traición o, por lo menos, de cambios de bando, porque las cuestiones políticas pesaron mucho en la guerra, y ambos directores de la contienda trataban de animar a los partidos políticos afines en las ciudades enemigas.

Por otra parte, la llamada Guerra del Peloponeso ha sido siempre el ejemplo clásico de la lucha entre una potencia marítima y una potencia continental, tan repetido a lo largo de toda la Historia. Dejando aparte la posible influencia de la aviación en los tiempos modernos, y de las nuevas y formidables armas, la Historia ha demostrado que siempre resulta victoriosa la potencia que domina el mar, mientras el país continental no alcance por su lado esta supremacía marítima, como ocurrió en este caso y se ha repetido varias veces en la Historia; pero siempre ha sido la hegemonía marítima la vencedora.
       El primer episodio militar se produjo cuando Tebas, aliada de Esparta, atacó a Platea, amiga de Atenas, que se mantuvo a la defensiva apoyada por débiles contingentes atenienses. La proximidad del frente hizo que se amontonaran en la polis ateniense más de 2000 000 ciudadanos en el verano del 430 a. J. C., lo que provocó una terrible epidemia de la que fue acusado Pericles, a quien se le negó el cargo de “estratega” y se le obligó a pagar una multa. El propio Pericles murió a consecuencia de la peste en el año 429 antes de Jesucristo, a los 70 años de edad.
       Le sucedió en la influencia en la Asamblea un demagogo, llamado Cleón, hombre de la clase popular que había sido curtidor y había llegado a político gracias, precisamente a las reformas democráticas de Pericles. Cleón se distinguió por su brutalidad, proponiendo una política de exterminio que, por lo demás, era practicada ya en toda Grecia como suele acontecer en todas las guerras civiles.


       Con objeto de impresionar a los espartanos y a las facciones oligárquicas de todas las poleis, obligó a la Asamblea a decidir la muerte de toda la población masculina de la isla de Lesbos, que se había sublevado apoyada por los espartanos, y la venta como esclavos de sus mujeres y niños.

      

Aunque no se llegó a realizar la terrible decisión en su totalidad, más de 1000 ciudadanos de Lesbos perdieron la vida, a lo que los espartanos contestaron exterminando a los partidarios de Atenas residentes en Platea tras la toma de esta ciudad.
       Se enteró después Cleón de que en la isla Sphacteria se habían refugiado trescientos nobles espartanos y consiguió apoderarse de ellos manteniéndolos como rehenes. A esto respondió Esparta, dirigida entonces por Brásidas, con una expedición a las costas de la Tracia, de donde Atenas obtenía trigo, maderas y cáñamo. Al mismo tiempo, los tebanos vencían a los atenienses en Delion (424), batalla en la que figuraron dos personajes cuyos nombres volverán a aparecer: Alcibíades y Sócrates. Los espartanos llegaron a la Tracia y se apoderaron, entre otras ciudades, de Anfípolis, porque la escuadra ateniense, mandada por Tucídides, no llegó a tiempo para defenderla, lo cual costó el destierro al gran historiador; pero Cleón pudo acudir a Anfípolis donde se trabó un combate (422) en el que murieron los dos jefes: Brásidas y Cleón. Al primero le sucedió, en Esparta, Pleitonax, y al segundo, en Atenas, Nicias. Agotados ambos países, decidieron firmar una tregua en la que se devolvían sus mutuas conquistas, y que recibió el nombre de tregua de Nicias (421), que debía durar cincuenta años.



Importancia de la Guerra del Peloponeso

Esta guerra del Peloponeso podría parecer nada más que una batalla en la que unos tipos aguerridos de hace demasiado tiempo perdieron la vida tras una cruenta contienda. Pero para investigadores y expertos actuales esta guerra ha tenido gran transcendencia en la realidad de hoy, es decir, en la vida de cada uno de nosotros.
Para el físico de la Universidad de Oxford, David Deusch la derrota de los griegos a manos de los espartanos significó el fin de la Edad de Oro de Atenas y de una sociedad abierta, es decir, en la que se puede discutir sobre todo, y de una sociedad optimista. Estas dos características, la apertura y el optimismo, son para este autor sinónimo de progreso. Las sociedades que avanzan y progresan han de disponer de estos signos distintivos y a lo largo de la historia han sido siempre escasas las culturas que han destacado por ellas. Solo la edad de oro de Atenas y el tiempo de los Medicis en Florencia se pueden calificar de sociedades abiertas y optimistas. La llegada del siglo XVIII con la Ilustración inició el progreso actual que nos ha llevado al ordenador, al móvil y al espacio. ¿Pero qué hubiese pasado si los griegos se hubiesen impuesto a los espartanos y una sociedad abierta y optimista hubiese perdurado en el tiempo? Hubiese significado siglos de adelanto. Tal vez el inicio del siglo XXI nos hubiese sorprendido ya conquistando estrellas lejanas. Pero no sucedió así y los espartanos vencieron a los griegos.

Así que este episodio remoto que parece no tener nada que ver con nosotros es muy importante y transcendente en nuestra vida cotidiana y determina, tal vez, que todavía existan enfermos de cáncer o que todavía no hayamos descubierto todos los secretos de nuestro propio cerebro.
La historia es así, un rollo para los que no saben leer entre líneas.

Mila Oya


En el número siguiente: ALCIBÍADES.





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