GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

En busca del tesoro de Rande por Mila Oya




PERICLES Y LA DEMOCRACIA ATENIENSE





       Cuando se quiere personificar el período de grandeza de Atenas, se ha hablado siempre del “siglo de Pericles”, por haber estado gobernada la ciudad por uno de los jefes más notables que tuvo a lo largo de su historia.

      

Pericles era hijo de Xantipo y de Agarista y descendía de la estirpe de los Piristrátidas por su padre y de la de los Alcmeónidas por su madre, es decir, de las dos familias más ilustres de la polis ateniense. Hombre corpulento y de elevada estatura, se conoce su rostro por un busto esculpido por Cresilas, asombrosamente realista. Poseía una gran cultura que había adquirido siendo discípulo de Anaxágoras, de los sofistas y de Sócrates, aunque este filósofo era casi veinte años más joven que él. Gustaba del teatro, y de la tragedia. Los persas, de Esquilo, le hizo comprender la importancia de las Guerras Médicas, el papel de Atenas y la verdadera mentalidad de aquel pueblo a quien el ateniense medio llamaba bárbaro.


      

Porque Pericles, que había nacido en el año 499, tenía sólo nueve cuando se dio la batalla de Marathón, y diecinueve cuando se produjo la victoria de Salamina. Su padre le había legado el gran éxito de la toma de Sestos, y Pericles se puso al frente del partido demócrata, junto con Efialtes, que combatió duramente a Arístides y Cimón, jefes del partido aristócrata, así como al gran historiador Tucídides, también de este partido.


Parthenón

      

La actuación política de Pericles comenzó, como se ha dicho, el año 461 a. J. C. a raíz del ostracismo de Cimón. Ya antes, aprovechando una ausencia de éste, y junto con Efialtes, había reorganizado el gobierno de la ciudad en un sentido más democrático, debilitando el poder del Areópago que pasó en parte a la Bulé, o asamblea de los quinientos, y en parte al mismo pueblo a través de un numerosísimo jurado sacado a suerte entre las listas de ciudadanos. Hizo posible el acceso a los más altos cargos del Estado --los arcontes-- de la clase popular, hasta entonces imposibilitada de llegar a ellos, mediante la remuneración oportuna, que permitía a los trabajadores dedicarse a la política sin pensar en el trabajo necesario para subsistir. A pesar del asesinato de Efialtes (461), Pericles continuó su obra demócrata, que cobró mayor intensidad a partir de 444 a. J. C. Poseía este hombre genial algo que constituía principal motivo de admiración para los griegos: una oratoria fácil y convincente que se apoyaba siempre en la verdad y no temió las críticas de aquellos a quienes acusaba, incluso de sus propios conciudadanos. Por eso pudo regir la ciudad de Atenas durante quince años y su actuación ha quedado como modelo de hombre de Estado democrático.


      

Durante este período embelleció a Atenas con formidables monumentos, si bien a costa de enormes gastos, levantando el Parthenón, los Propíleos y el Odeón. Su amigo Fidias labraba para la Acrópolis las dos estatuas de Pallas Athenea y la de Zeus Olímpico y todas estas obras eran pagadas con el tesoro de la Confederación de Delos, ahora en Atenas por motivos de seguridad.


Parthenón
      

No descuidó tampoco la defensa de la ciudad, y después del fracaso de Egipto ordenó la construcción de los Largos Muros, que enlazaban Atenas con su nuevo puerto, El Pireo, defendiendo a ambos lugares. Por otra parte, su protección a artistas, poetas y filósofos convirtió a Atenas en el centro espiritual más importante que habían visto hasta entonces los tiempos.
       Pero aunque la oposición aristocrática casi había desaparecido, a la izquierda de Pericles surgió un partido llamado de los demagogos, que atacó el gran político directa e indirectamente. Se le acusaba de autócrata y de que llevaba sangre de los pisistrátidas, es decir, de tiranos; de un modo indirecto, los ataques fueron dirigidos contra parientes y amigos, incluso contra su mujer Aspasia, famosa por su belleza y su talento, a la que defendió él mismo porque siendo extranjera no podía actuar delante de los tribunales por cuenta propia.



Acrópolis
      

En su defensa pronunció uno de los más apasionados y emocionantes discursos de su carrera. Sus enemigos atacaron a Fidias, a quien se acusó de haberse quedado con el oro que se le había confiado para labrar la famosa estatua de Pallas, y cuando quedó demostrada la falsedad de la acusación, cayó sobre él la de impiedad porque se había atrevido a representar su propio rostro en el escudo de Pallas y sufrió prisión a consecuencia de ello.

      

El filósofo Anaxágoras, también fue acusado de impiedad, y pudo huir a Lampsaca antes de que se formara el tribunal, siendo Pericles y Aspasia quienes le facilitaron la huida.
       Pese a estas tribulaciones, Pericles continuó al frente del gobierno de Atenas hasta su muerte, y cuando estalló la Guerra del Peloponeso, demostró sus condiciones de gobernante por la prudencia con que actuó en el comienzo del declive de la hegemonía ática en Grecia.

En el número siguiente: La guerra del Peloponeso.





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