Consigue Tu retrato en piedra por Ralf Jung

La mesa del rincón por Mila Oya

GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA





El Retrato en la Escultura
Por Mila Oya


    El retrato, del latín retractus, según reza la definición de la Real Academia de la Lengua Española, puede ser la descripción de la figura o del carácter, es decir, de las cualidades físicas o morales principalmente de un individuo. No obstante, si nos ceñimos a la escultura deberemos centrarnos en la definición de retrato como la efigie de una persona.
     Reproducir los rasgos de un sujeto le ha resultado atractivo al ser humano desde los inicios de la historia del arte, como lo es para un chiquillo representar en un papel su propia imagen y la de su familia. Pero a estos retratos se les llama "intencionales" puesto que los rasgos de los modelos son plasmados de un modo genérico y no contienen expresiones y gestos específicos del retratado. A este tipo de retratos genéricos podemos llamarlos simbólicos cuando reflejan una serie de valores unidos a la imagen del individuo que se quiere fijar. Como los niños dibujan a sus padres tomados de la mano y sonrientes simbolizando la unidad familiar, también los cráneos de yeso con rasgos humanos encontrados en Jericó, en uno de los primeros hallazgos de la historia del arte, pretenden reconstruir los rasgos del fallecido y sin embargo son retratos totalmente intencionales, es decir, completamente genéricos que en ningún caso plasman la realidad facial de la persona que ha muerto.

Retrato en mármol por Ralf Jung

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     Era esta una tendencia normal en la antigüedad. Las primeras representaciones humanas solían tener connotaciones mágicas o religiosas. Muchas veces pretendían preservar para siempre a la persona fallecida o someter al retratado a alguna clase de rito supersticioso para mantenerlo alejado, en caso de ser un enemigo. Pero estos retratos no conservaban las características fisionómicas específicas de la persona, muchas veces por incapacidad técnica. Los primeros retratos de la historia del arte fueron esculturas. Su dificultad técnica no era menor, por ello durante siglos fue difícil averiguar si el retrato genérico era una opción o la única alternativa posible.

Retratos en piedra de Ralf Jung

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     En el Antiguo Egipto, a pesar de alcanzar ya un elevado nivel técnico que permitiría plasmar con claridad las características fisionómicas del sujeto, se apostó también, durante la mayor parte de su historia artística, por el retrato genérico o simbólico. La opción de alejarse de la realidad del modelo ha sido la triunfadora durante gran parte de la historia del arte.Es curiosa la relación que el ser humano ha mantenido con el retrato y con sus propios rasgos personales. A pesar de que la técnica terminó alcanzando el desarrollo adecuado y que ya era posible para un escultor copiar las expresiones faciales del modelo, durante mucho tiempo se consideró el realismo como algo bajo, opcional y poco importante, reservado en la mayoría de los casos, a reflejar la vida cotidiana de las clases inferiores. Así lo entendieron también en el Antiguo Egipto donde muchos faraones eran representados como toros o leones. Solo en un breve periodo en Egipto, durante el Imperio Nuevo, se produjeron auténticos retratos, como el de Nefertiti que todos tenemos en mente. Pero esta tendencia desapareció muy pronto y el realismo fue de nuevo relegado en favor del retrato tipológico más genérico y por lo tanto de mayor valor en aquel momento.

     Al arte egipcio le debemos también el primer autorretrato, aunque muchos autores consideran que el afán del ser humano por retratarse es tan antiguo como el arte rupestre. Se conoce la existencia de un artista llamado Bak que esculpió su propia imagen en una piedra en Egipto, alrededor del año 1300 antes de nuestra era, lo cual suponía un verdadero atrevimiento ya que solo los dioses y los poderosos tenían derecho a disfrutar de un retrato con ciertos rasgos fisonómicos en ese momento.La historia del arte del retrato ha avanzado a lo largo del tiempo, abrazando el tabú de los retratos realistas o entregándose a ellos, dependiendo del momento histórico en el que nos fijemos. Por ejemplo, en Mesopotamia hasta la época sumeria, existían gran cantidad de retratos llamados intencionales porque solo son distinguibles por el nombre inscrito en él y tipológicos con atributos propios de la clase social del individuo, muy parecidos a los egipcios. Como uno de los más destacados y conocidos tenemos la Cabeza de Hammurabi que data del año 2000 a. C que se puede visitar en el Louvre. Es una escultura de bulto redondo de diorita que aunque en un principio se consideró del rey de Babilonia, hoy se afirma que representa a un soberano anterior a Hammurabi.

Retratos en mármol de Ralf Jung

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     Avanzando en la historia del arte alcanzamos la Grecia del siglo IV antes de Cristo, donde por fin vemos en el retrato ciertas características de lo que hoy consideramos un verdadero retrato fisonómico. Aunque es bien conocida la leyenda que cuenta cómo el famoso escultor griego Fidias, autor de muchas de las esculturas del Partenón, fue encarcelado porque se atrevió a plasmar su retrato en el escudo de una escultura de la diosa Atenea ubicada en el famoso templo griego. La afrenta de Fidias radicó en que osó incluir su propia efigie (de un simple mortal) entre aquellas de los dioses.

     Esto nos deja claro que tampoco los griegos apreciaban la exactitud de las facciones del retratado. Debemos avanzar hasta mediados del siglo IV a. C. al periodo helenístico; fue entonces cuando se inició el proceso de abandonar la idealización para trazar la representación a nivel humano, incluso cuando se trataba de imágenes de divinidades. Los viejos mitos comienzan a perder fuerza. La sociedad helenística profundamente profana y urbana se interesa ya más por el retrato del hombre con sus características físicas y psicologías como rasgos más importantes. Pero es en la escultura romana donde el retrato alcanza su mayor esplendor en el mundo antiguo. Las muestras del arte etrusco y la corriente helenística enlazan con la tradición típicamente romana de las llamadas imágenes maiorum, que eran unas máscaras de cera que la clase patricia acostumbraba a realizar a sus muertos para tenerlas en casa o utilizarlas en las ceremonias religiosas. Las máscaras solían realizarse en bronce u otros metales. El auge del realismo en el retrato romano es el llamado Retrato Romano Republicano. Comenzó a principios del siglo I a. C. y duró hasta el Segundo Triunvirato (43-38 a. C.). Durante este periodo podemos encontrar retratos de bronce y mármol y las estatuas eran apolícromas, salvo en un primer momento en que los ojos se coloreaban, práctica que se abandonó para ser tallados. Inicialmente eran solo bustos con parte del cuello, pero se irán alargando hasta que también se incluyan los hombros. Por supuesto también podemos encontrar retrato de cuerpo entero, sedente y ecuestre.

Retrato en piedra por Ralf Jung

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     Llegada la época del emperador Augusto el retrato vuelve a idealizarse como medio para representar la estabilidad política. Las efigies del emperador nos presentan a un gobernante bueno, eficaz, inteligente, poderoso, es decir, perfecto. Durante la Edad Media el auge del cristianismo relegó de nuevo el arte del retrato. La concepción religiosa del momento negaba la importancia de la individualidad y por ello el realismo en el retrato no era en absoluto relevante. El arte y por supuesto la escultura tenían un fin religioso y solo cuando alcanzamos la Baja Edad Media, con la aparición de la burguesía, se realizarían algunos retratos de los que nos han llegado escasas muestras.Es en el Renacimiento cuando de nuevo aparece el retrato realista fisionómico, retomando la tradición romana y alcanzando gran importancia. Y su transcendencia seguirá durante los períodos barroco y rococó, en los siglos XVII y XVIII con la pujanza de la burguesía que alejaba el arte del campo religioso y se centraba en la realidad de la expresión del rostro del modelo. En la misma época, el interés creciente por la comprensión de los sentimientos humanos genera en los artistas el interés por la fisionomía de las emociones. Un buen ejemplo de la fascinación que algunos maestros escultores experimentaron en esta época por las expresiones humanas es el caso del escultor alemán Franz Xaver Messerschmidt que llevó a cabo su obra entre los periodos Barroco y Neoclásico. Era tal la obsesión de este hombre por el rostro humano y los secretos que ocultaba que le arrastró a la locura. Messerschmidt, poseído por sus ansias de comprender cada uno de los movimientos de los músculos faciales, se observaba insistentemente en los espejos ensayando las muecas más exageradas y estrambóticas, a pesar de que esta pertinaz práctica estaba minando por completo su salud mental y levantando sospechas de locura y brujería entre sus vecinos. Tras esta exhaustiva investigación sobre la fisonomía humana y el significado oculto de cada gesto, de cada mueca, este escultor alemán realizó 69 bustos de 64 expresiones faciales extravagantes cuya contemplación incluso hoy estremece de sobre manera, tanto por su habilidad técnica como por lo insólito y exagerado de las expresiones. No es extraño, por tanto, imaginar el motivo por el que Messerschmidt vivió apartado del mundo, marginado por sus contemporáneos y por el que murió en la más absoluta soledad abrumado por sus fobias y obsesiones y por la enfermedad que al fin acabó con su vida en el año 1783.

     Comprobamos pues como en este periodo de la historia del arte se investiga y se apuesta por la expresión facial. Sin embargo en este momento es ya la pintura la que reina cuando hablamos del retrato. Y una vez más vemos como esta disciplina entra en declive a mediados del siglo XX, debido ahora al interés creciente por la abstracción y el arte no figurativo.
     La fotografía fue tal vez la que definitivamente apartó a la escultura del arte del retrato por motivos evidentes, de manejo, facilidad, materiales... Es un hecho que en cualquier manual de escultura moderna resulta casi imposible encontrar cualquier tipo de retrato.
     Este sucinto repaso por la historia del retrato en la escultura nos muestra que la fidelidad de la obra con respecto al modelo ha ido variando en muchos casos con relación a la "moda" del momento. Así en épocas rechazaban como estilo la plasmación de la realidad de un rostro sobre el material a esculpir, mientras en otras se buscaba con fruición ese parecido.
     Hoy día con la generalización de la fotografía digital ya al alcance de todos e incluso con la aparición de hardware y software que consigue una réplica exacta del modelo a retratar por medios informáticos, podría parecer que el retrato en la escultura no es valorado ya como arte. Sin embargo, la gran dificultad técnica a la hora de plasmar a mano sobre materiales típicos, como el granito o el mármol, no solo los rasgos del modelo sino también sus cualidades psicológicas captadas con maestría por el artista escultor, ha llevado a que todavía un busto de bulto redondo de tamaño natural resulte atractivo para gran parte del público y que aquellos que pueden permitírselo busquen a algún buen maestro escultor que retrate al interesado o a algún familiar.

Retrato en piedra por Ralf Jung

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Retrato en mármol por Ralf Jung

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     Sin tecnología digital y sin medios informáticos, el retrato en piedra hoy día se presenta técnicamente tan complicado como lo fue, por ejemplo, para Bernini en el siglo XVII, el cual se pasó toda su vida meditando sobre cómo trasladar al mármol, sin pintarlo, los colores de un rostro y las tonalidades de la tez. En sus propias palabras: "Si alguien se pintara de blanco el cabello, la barba, los labios, las cejas, y, de ser posible, también los ojos, ni siquiera viéndole a la luz del día sería fácil reconocerle" Por ello se implementaron técnicas para mantener la fidelidad al modelo que el escultor debe dominar. La más complicada es, desde luego, la precisa para esculpir el ojo.
     Lo mismo que hoy día, a lo largo de la historia el ojo ha venido presentando el mayor problema de modelado. El motivo es que el ojo es la única parte del cuerpo humano que presenta una composición expresada únicamente en términos de color y no de volumen: el iris y la pupila.
     La solución técnica al problema del ojo es tardía y muy sofisticada. A lo largo de la historia estos conocimientos todavía no adquiridos se solucionaban mediante los ojos de cristal o la policromía, es decir, pintando el iris y la pupila sobre la piedra o el mármol que muy difícilmente aguantan el paso del tiempo y la mayoría no han llegado hasta nosotros.

     Es en el periodo helenístico en el que por primera vez se soluciona el problema del ojo mediante técnicas escultóricas. En esta época los artistas realizaban el iris mediante un círculo escavado en el globo ocular, y la pupila mediante uno o dos pequeños agujeros en su centro. La sombra de ambos produce un efecto de oscuridad que nos evoca la pupila humana. El mismo Bernini, mucho tiempo después, abrazó esta técnica como la forma más exitosa de plasmar la fuerza de la mirada de un busto, que constituye, desde luego, el punto central del retrato en la escultura. Disfrutar de la posibilidad de contemplar un busto en piedra que nos muestre, no solo nuestros propios rasgos o los de un familiar, sino también nuestras cualidades sicológicas atrapadas en el material pétreo por la habilidad del maestro escultor es un deleite que a muchos les gustaría experimentar. Conservar nuestra juventud eternamente o la dulce mirada de un ser querido es una de las posibilidades que nos ofrece todavía el arte actual y que curiosamente en los últimos tiempos parece estar ganando pujanza, tal vez como respuesta al avance de los métodos digitales e incluso de tecnologías 3D.
     El retrato en piedra sigue brotando del mármol con la magia de siempre contenida en las hábiles manos del maestro escultor y expresando con una sola mirada, no únicamente como somos sino como nos ven los demás. Es una experiencia gratificante y muy esclarecedora.




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Página de la escritora LIJ Mila Oya