GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Y seremos felices por Mila Oya




LA SUCESIÓN DE ALEJANDRO Y LOS REINOS HELENÍSTICOS


       Se cuenta que, a la pregunta hecha a Alejandro, antes de su muerte, sobre la sucesión del Imperio, respondió que lo dejaba "al más digno"; y se asegura igualmente que una de sus últimas frases fue que "sus funerales serían sangrientos". Los generales de Alejandro, en número de 34, se distribuyeron las satrapías del gran imperio, pero sus contrapuestas ambiciones determinaron una solución de compromiso, según la cual, quedó nombrado regente del Imperio un hermanastro de Alejandro, llamado Filipo Arrideo, hasta que llegara a mayor de edad el hijo del gran caudillo, cuyo nacimiento era inminente. Nació, en efecto, el único hijo de Alejandro, que recibió el mismo nombre y fue nombrado corregente hasta su mayoría de edad. Pero entre los generales -los llamados "diádocos" (sucesores o herederos)- pronto surgieron conflictos.

      Los más señalados de éstos fueron Pérdicas y Crátero, que actuaron como primeros ministros de todo el Imperio; Antípater, que gobernó Macedonia y Grecia; Ptolomeo Lagos, en Egipto; Eumenes, en Capadocia y Paflagonia; Antígono, en Frigia, Licia y Pamfilia, y Lisímaco, en Tracia.


      El papel más difícil correspondió, al principio, a Antípater, porque los griegos tomaron la muerte de Alejandro como señal de liberación, y dirigidos por Atenas intentaron la vuelta al particularismo. La reacción fue tan intensa en la gran ciudad ática que movió, como ya se dijo, a Aristóteles a buscar la salvación en Calcis donde murió al año siguiente de la muerte de Alejandro. En este mismo año 322 a. J. C. Antípater destrozaba a las ciudades confederadas en Crannón y Demóstenes, desesperando de conseguir la independencia de Atenas, se suicidaba.En 321 murieron Pérdicas y Crátero, Antípater ocupó su lugar, como más calificado general, pero dos años después moría también el viejo militar con lo que aumentaron las complicaciones, ya que el regente Filipo Arrideo murió asesinado juntamente con su esposa Eurídice. Antígono se alzó entonces con lo poco que quedaba del poder central y habiéndose apoderado del tesoro real, aspiró al mando único.
       Esta tentativa de unidad produjo la reacción de los demás generales que se coaligaron contra él dando comienzo a una larga y confusa lucha que duró casi medio siglo, hasta el año 281 a. J. C. en que murió el último general de Alejandro, Seleuco, el postrero de los diádocos. Episodio importante de esta lucha fue la batalla de Pisos, en Frigia, el año 301 antes de Jesucristo, en la que Seleuco y Lisímaco vencieron y mataron a Antígono, lo que dio paso a una primera división del imperio de Alejandro en cuatro reinos.
       Casandro se apoderó de Macedonia y Grecia muriendo cuatro años más tarde y siendo arrojados sus hijos del trono por Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono, que estableció en aquel país la dinastía llamada de los Antigónidas.

      

Tracia y Asia Menor constituyeron otro reino donde gobernó Lisímaco, durante unos veinte años, al término de los cuales parte del mismo se incorporó a Macedonia y parte de Asia.

      Seleuco originó otra dinastía llamada de los Seléucidas, a quien correspondió el mayor lote del formidable imperio alejandrino: un vasto territorio constituido por veinte naciones distintas en raza, lengua y religión que sumaban más de 30 millones de habitantes.
       Egipto, desde el año 306 a. J.C. constituyó un reino separado bajo el mando de otro "diádocos", Ptolomeo Lagos, fundador de la dinastía de los Lágidas, la cual rigió durante casi tres siglos el país hasta la dominación romana.Si la época de los diádocos fue turbulenta, no lo fue menos la llamada de los "epígonos" (los nacidos después), es decir, los sucesores de los generales compañeros de Alejandro que se habían repartido su imperio. El más estable fue el de Egipto. Alejandría, su capital, fue una de las columnas más firmes de la llamada cultura helenística. La Macedonia de los Antigónidas tuvo que luchar al principio en varios frentes: por el Norte, una invasión de galos o gálatas en 279 fue detenida por Antígono Gónatas, hijo de Demetrio Poliorcetes y su sucesor en el trono; por el Sur, con la Liga aquea que, en forma de organización religiosa intentaba vivificar el provincialismo de las antiguas ciudades griegas independientes. Rival de esta Liga aquea fue la Liga etolia, que entró en conflicto con la anterior, dando ocasión con ello a la intervención de Macedonia, siempre imperialista. Pero el enemigo más importante vino del Oeste, y fue Roma, que tras haber aniquilado a Cartago a finales del siglo III a. J. C. y haber organizado en su consecuencia el dominio del Mediterráneo occidental iba a lanzarse sobre el oriental. Los dos últimos reyes antigónidas fueron Filipo V, derrotado por los romanos en Cinoscéfalos (197 a. J. C.), y su hijo Perseo, asimismo vencido por el nuevo gran poder mundial en la batalla de Pidan (167 antes de Jesucristo), con la que desapareció Macedonia del concierto de las naciones libres. Fuera de este reino, hubo un fugaz Estado en el Epiro, bajo el gobierno del rey Pirro, que se decía descendiente de Aquiles.
       Los Seléucidas, cuyo imperio ya se ha dicho que fue el mayor de los formados a la muerte de Alejandro, gobernaron poco menos que los Lágidas (hasta el año 69 a. J. C.), pero salvo algunos grandes conquistadores, su reino se fue desmembrando dando lugar a Estadículos que resultaron fácil presa de los romanos. El fundador, el ya citado Seleuco, fue llamado Nikator (vencedor) y fundó una ciudad, Antioquia, así denominada en honor a su padre Antíoco, y que fue una de las tres ciudades de la cultura helenística. Su sucesor, Antíoco I Soter (Salvador), hubo de detener la invasión de los gálatas que, vencidos en Grecia, se habían trasladado a Asia Menor; pero esta invasión facilitó la formación de pequeños Estados independientes que se consolidaron en los reinados de los sucesores de Antíoco I: Antíoco II Teso (el dios), Seleuco II Pogon (El barbudo) y Seleuco III. Antíoco III (223-186), el Grande, fue un soberano importante que pensó en la restauración del viejo imperio alejandrino, pero si fue afortunado en sus campañas en Oriente y en sus luchas con los Lágidas, topó con los romanos, que ya se habían deshecho de su rival cartaginés, y fue vencido por éstos en las Termópilas (191 a. J. C.), y decisivamente en Magnesia (190), teniendo que aceptar la humillante paz de Apamea (188) que dejaba reducido su dominio a poco más de Siria. Un nuevo momento de esplendor se produjo en el reinado de Antíoco IV Epifanes (174-164), que intentó la helenización completa de su reino, engrandeció Antioquia y persiguió a los judíos sustituyendo el culto de Jahvé por el de Zeus, lo que provocó la larga guerra de los Macabeos. Antíoco VII Sidetes (138-129 a. J. C.) fue también un rey guerrero que recuperó su dominio de la Mesopotamia, pero fue vencido y muerto por los partos (sucesores de los persas) en un desfiladero del Zagros. El último rey de los seleúcidas fue Antíoco XIII Asiático (69-64 antes de Jesucristo), vencido por el general romano Pompeyo.

En el número siguiente: PÉRGAMO Y RODAS.




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