GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

Escalofríos por Mila Oya







       Su solo nombre nos suena grave y no es para menos. La trepanación es una escisión mediante cirugía de un fragmento de hueso del cráneo en forma de disco, para llegar al interior de la cavidad craneal.
       No nos es difícil comprender atendiendo a la importancia de la parte de nuestra anatomía donde se produce la escisión, la delicadeza y la precisión con la que debe llevarse a cabo. Podríamos suponer que a estas alturas de la medicina, con tantos y tan destacados avances en cirugía de los que estamos siendo testigos, la trepanación no produjese más problemas que otro tipo de intervención más o menos delicada. Sin embargo lo que seguro nos sorprendería es saber que es concretamente la trepanación la intervención quirúrgica más antigua de la que se tiene constancia.

       Quizás podríamos atrevernos a pensar que los médicos del renacimiento fueron los osados galenos que se decidieron por primera vez a abrir un cráneo humano en vida del paciente. Estaríamos completamente equivocados.
       Para descubrir la primera trepanación de la que se tiene constancia, deberíamos remontarnos mucho más en el tiempo. Justamente hasta alcanzar el Neolítico.
       Es difícil de creer pero es cierto. Hasta nosotros han llegado vestigios del pasado, en forma de fósiles de cráneos del neolítico con evidencias claras de haber sufrido una trepanación. Ya el hombre en aquellos tiempos oscuros demostraba su osadia, atreviéndose a abrir una de las cavidades más importantes del ser humano, la que protege el cerebro.

       Imaginarnos como se llevaría a cabo esta escalofriante operación en un poblado neolítico, sin medidas higiénicas, sin las anestesias actuales, sin la maquinaria de un quirófano, es capaz de erizarle la piel al más osado. Y así a todo, había pacientes que se ponían en manos de primitivos médicos para que les libraran, posiblemente de terribles dolores de cabeza.
       Aunque para recrear las escenas sucedidas en el neolítico tenemos obligatoriamente que echar mano de toda nuestra fantasía, para hacernos una idea de las llevadas a cabo en el antiguo Egipto disponemos de más datos que los investigadores han conseguido arrancarle al pasado.

       Aun se conservan algunos trépanos de entonces. Eran estos los instrumentos que se utilizaban para cortar el hueso craneal. En la actualidad el fragmento óseo que se extrae vuelve a ocupar su lugar una vez terminada la intervención, aunque se puede sustituir con otros materiales, como metales o cementos especiales. Evidentemente esto era impensable en el antiguo Egipto. Los fragmentos extraídos eran conservados como amuletos religiosos y alguno de esos discos de hueso colgaban de los cuellos de los Egipcios.

       Sin duda presenciar una trepanación faraónica debía resultar estremecedor. Durante un tiempo era costumbre entre los faraones, ser trepanados antes de morir. Era la misión del médico de la corte. En él recaía tan importante tarea. Cuando el hálito de vida del Dios de carne y hueso que era el faraón, llegaba a su ocaso, era el momento de llevar a cabo la intervención quirúrgica.




       El faraón ya estaba listo para pasar a la otra vida, solo esperaba que le abrieran una brecha en su cavidad craneana. Hay teorías que explican esta costumbre diciendo que se pensaba que su alma abandonaría mejor el cuerpo.
       Por fortuna el paciente se hallaba ya inconsciente. El trépano y el médico estaban preparados. Solo faltaba el hemostático. Tendría que apresurarse sino quería que la ira de la familia del faraón le obligara a pasar a la otra vida al tiempo que su amo.
       Y es que al contrario de lo que podamos pensar el hemostático era un ser humano.
       Hoy día cuando tenemos problemas de coagulación sanguínea y por ejemplo, nos disponemos a ir al dentista, es normal que nos receten algún medicamento que responde al mismo nombre, hemostático, hemo de sangre y estático de detener. Exactamente ese es el efecto que se busca con la administración de este medicamento: detener el flujo sanguíneo.
       En la operación en el antiguo Egipto que estamos presenciando, la cuantiosa pérdida de sangre que una trepanación debía producir, estaba solucionada a la llegada del curioso hemostático. Posiblemente sus rasgos físicos correspondieran al de cualquier compatriota de la época, aunque su dignidad y su distinción, eran heredadas de padres a hijos.
       Según las creencias de la época su sola presencia en el gabinete preparado para la operación, era suficiente para detener la hemorragia. El puesto de hemostático del faraón se heredada pues en aquel tiempo se consideraba que la virtud de detener el flujo de la sangre se perpetuaba de una generación a otra dentro de la misma familia.
       Aunque se tiene constancia de la existencia de los antiguos hemostáticos, hasta el momento no existe ninguna evidencia científica, ni explicación sensata, a este curioso fenómeno.
       Una vez este importante personaje estaba presente, podía comenzar la operación. Si la trepanación tenía como fin extirpar un tumor cerebral, el primer paso era localizarlo lo más exactamente posible. Para ello el médico se valía de un modernísimo mazo, muy parecido a los que hoy día se utilizan en la cocina. Golpeaba lentamente y con precisión el cráneo del paciente. Cuando este emitía un alarido de dolor, ya no cabía duda, acababa de localizar el tumor. Solo le restaba utilizar el trépano para cortar el hueso y alcanzar el cerebro. Una vez el tumor estuviese a la vista, sencillamente se cortaba y se sacaba. Después se limpiaba la herida y se encomendaba el éxito de la intervención a los dioses egipcios.
       Así terminaba la trepanación. A veces con un cadáver en la mesa de operaciones pero otras muchas el paciente se recuperaba y volvía a su vida normal.
       Parece ciencia ficción pero no es más que el caminar de la humanidad hacia nuestros días. Con arrojo, sin miedo y luchando contra un sin fin de penalidades. Aquel médico de hace tantísimos siglos, ponía tanto empeño en su labor como cualquier cirujano de nuestros días. Tenían en sus manos una vida humana y luchaban por mantenerla echando mano de todos los recursos que su época le ofrecía, incluso el de la presencia del misterioso hemostático.






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