GUIONES DE TEATRO DE MILA OYA

La Mesa del rincón por Mila Oya







       Los venenos en sentido estricto, son aquellas sustancias capaces, incluso en cantidades muy pequeñas, de ocasionar la muerte a un individuo. En sentido más amplio, con este término se designan las sustancias capaces de provocar en el individuo una condición patológica en la que los tejidos orgánicos pueden ser lesionados de una manera temporal o permanente.


      Desde la más remota antigüedad el hombre ha buscado y descubierto un gran número de venenos, en su mayor parte procedentes de hierbas o de animales, y se ha servido de ellos, tanto por su acción tóxica como por sus efectos curativos; su administración se realizaba a través de comidas y bebidas, o bien bañando las puntas de las distintas armas de la época, como puñales, lanzas o flechas, cuyas heridas se convertían de esta manera en mortales.

       Entre los venenos más antiguos se encuentran la adormidera, el cáñamo indio, el beleño y las sales de plomo. Tales venenos actúan en dosis pequeñísimas, pero son muy numerosas las sustancias que se comportan como venenos si se suministran a un organismo vivo en cantidades elevadas.
       Por lo tanto se puede afirmar que el concepto de venenosidad, aplicable a una determinada sustancia, tiene carácter más bien cuantitativo que cualitativo; lo mismo ocurre con las sustancias menos tóxicas, que también pueden producir envenenamientos si el organismo las absorbe en grandes cantidades. No obstante, cuando se habla de venenos se hace referencia a las sustancias que se comportan como tales al actuar en pequeñas dosis.


      La acción venenosa de una determinada sustancia depende también del organismo concreto que la ha ingerido. Se ha comprobado, en efecto, que algunos hongos que producen fenómenos gravísimos de envenenamiento en la especie humana son totalmente inocuos para determinados animales, por ejemplo, los gatos.

      Otro ejemplo puede estar constituido por los antibióticos que en las dosis terapéuticas normales no son venenosos para los mamíferos y sin embargo lo son para las bacterias. El DDT tiene una baja toxicidad para los animales de sangre caliente, mientras que es altamente tóxico para numerosísimas especies de insectos. Los venenos finalmente, pueden producir distintas consecuencias incluso se suministran a individuos de la misma especie. En efecto, hay personas que resisten dosis de venenos capaces de provocar la muerte a la mayor parte de los individuos (mitridatismo); como también existen individuos que muestran síntomas de envenenamiento con dosis inocuas para los demás (idiosincrasia).



       El mecanismo de acción de un veneno es variado y siempre muy complejo, pero en general se puede afirmar que la introducción de un veneno en el organismo determina una acción química o físico-química que modifica la composición y las propiedades de los componentes con los que el veneno se pone en contacto y, como consecuencia de ello, provoca grandes desequilibrios orgánicos o funcionales o incluso la muerte. Por ejemplo, el veneno de la cobra, de la serpiente de cascabel y de algunas arañas contiene una enzima llamada lecitinasa que, al actuar sobre sustancias del tipo de la lecitina, produce una sustancia llamada lisolecitina caracterizada por su elevado poder hemolítico. Los efectos perjudiciales son debidos a la lisis en masa de los glóbulos rojos, lisis que tiene como consecuencia una alteración de las funciones respiratorias de la sangre. El veneno de víbora, por el contrario, determina la coagulación de la sangre en las venas, catalizada por una enzima protelítica más bien que lipolítica.
       La ciencia que se ocupa de los venenos es la toxicología, rama importante de la cual es la química toxicológica, que tiene por objetivo la investigación cualitativa y cuantitativa de los venenos. Estas disciplinas tienden cada vez más a ampliarse y a desarrollar su campo de investigación. En efecto, aparte los venenos clásicos conocidos desde hace mucho tiempo y sobre los cuales existe ya una abundante literatura, hay toda una serie de productos químicos nuevos, con los que la humanidad se ha ido poniendo en contacto a medida que progresaban la ciencia y la técnica. Basta pensar en las sustancias que producen los envenenamientos llamados profesionales, como el hidrargirismo (por el mercurio), el saturnismo (por el plomo) o los envenenamientos provocados por sustancias que se usan en la agricultura o la ganadería.



      Son muchos los métodos con los cuales se ha tratado de llevar a cabo una clasificación sistemática de los venenos. Uno de ellos, basado en sus propiedades físicas, los divide en venenos gaseosos, líquidos y sólidos que, según su constitución química, pueden subdividirse después en orgánicos (alcoholes, aldehídos, fenoles, ácidos, sales, promainas, alcaloides, etc.) e inorgánicos (metales, como, por ejemplo, plata, plomo, mercurio y sus compuestos; metaloides y sus compuestos, como cloro, flúor, óxido de carbono, amoníaco, etc.).Otro método, basado en su acción tóxica, subdivide los venenos en generales y específicos. Los venenos generales actúan sobre los componentes de la sangre y del protoplasma y anulan sus características vitales, mientras que los específicos afectan especialmente a ciertos órganos y anulan o alteran gravemente su funcionamiento.


       Un método bastante racional y válido lo proporciona la química toxicológica, que los clasifica en venenos, gaseosos, venenos inorgánicos fijos, metálicos o metalóidicos y venenos orgánicos. Uno de los venenos gaseosos más conocidos es el óxido de carbono, contenido en el gas del alumbrado y responsable de tantos envenenamientos voluntarios y accidentales. Otros venenos gaseosos son los halógenos, el fosgeno y los líquidos especialmente volátiles, como el cloroformo y el activísimo ácido cianhídrico. Entre los venenos inorgánicos fijos, metálicos o metalóidicos, han de recordarse los derivados del arsénico, del antimonio, del plomo, del mercurio, del cobre y del estaño. Finalmente entre los venenos orgánicos, muy numerosos, hay que recordar los alcaloides (estricnina, morfina y cocaína) los barbitúricos (veronal y luminal) y los glucósidos.






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