3
Por fin alcanzaron una estancia,
con una silla, un perol y mucho hollín
y con las paredes mugrientas
y con un asqueroso candil.

-Esa perola que hierve-
dijo el dragón escupiendo sin parar-
está aguardando por una niña
que Flor bien se podía llamar
-Aguarda no te apresures-
dijo la joven secándose el sudor-
pues cuando te entregue mi regalo
ya no querrás cometer tal horror.
Desearás una sopa jardinera,
con guisantes, zanahorias y una col
y me invitarás a un buen plato
y después lavarás el perol.
Muchas dudas abrigaba,
el perversísimo dragón,
de que un simple regalo lograra
cambiar su brutal condición.
Mas la intriga le carcomía
y le cortaba la respiración
y cuando quería vomitar llamas
solo le brotaba un fastidioso vapor.
-¡Vamos al grano niña!
¡Qué ya no me puedo aguantar!
¡A ver ese artefacto precioso
que me vas a regalar!
Flor ocupó la silla,
cercana al sucio perol
y con calma simulada,
sacó el regaló del zurrón.
4
Un rectángulo de piel
en su regazo acomodó.
Tenía pastas y hojas.
Era un libro ¡Si, señor!
¡Grrrr!- rugió el dragón enfadado
contemplando la traición.-
¿Con esta birria de regalo
intentabas calmar mi mal humor?
Pues ahora estoy hecho una fiera,
estupidísima Flor,
y como el agua está aun hirviendo,
te voy a sumergir en el perol.
La niña aterrorizada,
abandonó la silla de un salto.
Busco por los alrededores
un lugar donde ponerse a salvo.
Pero la caverna maldita
estaba muy bien diseñada.
¡Ningún rincón donde ocultarse!
¡Ninguna rendija! ¡Nada!
Solo le restaba hablar
si quería salvar el pellejo,
intentar convencer al dragón,
dejarlo con palabras perplejo.