Todos los grupos culturales conocidos en la historia de la humanidad han desarrollado
una mitología, de donde se deduce que la facultad creadora de mitos es patrimonio
universal del hombre. Más fáciles de describir que de definir, puede decirse que todas
las mitologías, pese a sus muchas y grandes diferencias, ocupan un lugar intermedio
entre la religión y el folklore. La religión es formal, ortodoxa, ritualista, mientras que la
mitología incorpora relatos de seres sobrehumanos más bien que formas de su culto.El
folklore sugiere tradiciones y creencias populares que nada tienen que ver con la
cosmogonía ni con otras explicaciones cósmicas. La mitología cabalga a horcajadas de
una y otro. De aquella toma los relatos más impresionantes y fantásticos; de este, un
acervo de leyendas y motivos imprecisos e ideas ocultas. En los ejemplos más familiares a la civilización occidental, la mitología ofrece a la mente los grandes panteones grecorromanos y nórdicos de dioses, semidioses y héroes, con sus personalidades individualizadas y sus aventuras descritas con prolijidad y detalle. En cambio, las leyendas tradicionales de los indios americanos no presentan un cuerpo antropomorfo de divinidades con funciones claramente definidas. Sus relatos hablan empero de seres sobrenaturales, tanto animales como hombres que sirven para explicar el origen del mundo y numerosos fenómenos naturales. Tales relatos, aunque es verdad que definen los objetos del culto indio, no son, en si mismos, narraciones ritualistas; el héroe embaucador que aparece en diversas formas entre todas las tribus norteamericanas (así como entre los pueblos oceánicos) nunca se convierte en un tema central de culto. Como sucede con los mitos griegos, las tradiciones indias entretienen, explican, instruyen y amedrentan al oyente, que intuye en ellas un mundo que trasciende y gobierna su propio universo conocido. De ahí que el término mitología pueda aplicarse a las tradiciones primitivas americanas lo mismo que a las leyendas clásicas griegas. ![]() Origen El cómo y el por qué del nacimiento de los mitos ha sido tema de larga discusión entre los estudiosos. Según la opinión predominante, todos los pueblos primitivos crean mitos para explicar los misterios de la naturaleza. Así, las tradiciones cosmogónicas tratan de justificar la existencia del Globo. Como el hombre primitivo no puede distinguir entre seres animados e inanimados, o entre mundo humano y el animal, dota a ríos y montañas, a cocodrilos y serpientes, de poderes místicos. Gradualmente transfiere su culto del objeto mismo a un poder vital relacionado con él y, finalmente, a una personalidad revestida de ese poder. Zeus es primero el cielo, después una fuerza existente en el cielo, por fin un dios armado con el poder del cielo. En el curso de su desarrollo los mitos pueden absorber cualquier clase de aspectos simbólicos y enigmáticos, pues la imaginación primitiva trata de desconcertar, alucinar y retar al extraño. Los mitos alteran así el fondo original de sus argumentos, que en vez de describir los poderes de los espíritus de la naturaleza relatan los poderes y aventuras de los dioses; la exposición deja de ser directa para convertirse en una narración adulterada. Ninguna de las grandes teorías desarrolladas para explicar la mitología puede mantenerse firme contra la crítica. La escuela naturalista que interpretaba todos los mitos como explicación del sol, la luna , las estrellas, los vientos y la lluvia, ha de forzar una interpretación rebuscada de los dioses y héroes. A la inversa, el método racionalista o el hemerístico trata de explicar todas las deidades como la exaltación de los mortales más sobresalientes, método válido en algunos casos, pero no en todos. La escuela alegórica interpreta cada mito como un símbolo. La escuela poética ve en cada leyenda una mera creación literaria. Muchas leyendas etiológicas vienen a dar la razón a los ritualista que ven en los mitos la explicación de rituales cuyo alcance original se ha esfumado hace tiempo. Pero hay un gran número de mitos que no tienen relación alguna con los ritos. Andrew Lang y los antropólogos ingleses del siglo XIX aventuraron la teoría de que todos los pueblos primitivos atraviesan etapas similares de desarrollo cultural, durante las cuales crean tipos muy semejantes de historias mitológicas. Los exponentes de este enfoque comparativo, contemplan las bárbaras e irracionales supervivencias mitológicas como una prueba de la herencia legada por la sociedad primitiva, donde tales elementos se conformaban con las costumbres tribales. A esta hipótesis puede presentarse la objeción de que consideran los mitos como un proceso acabado. Sin embargo, las sociedades civilizadas pueden crear y reformar continuamente la mitología. Algo de este proceso euhemerístico se advierte en el caso de Abraham Lincoln, que viene a semejarse al dios muriente de la leyenda religiosa, cuya tumba se convierte en santuario, cuyo retorno a la tierra se describe en los cuentos populares y cuya misión como salvador de su país se convierte en tema inagotable de poetas, artistas y biógrafos. El contenido de los mitos puede resumirse a través de sus figuras principales, los dioses, los héroes de la civilización, los trasgos y espíritus demoníacos, en torno a los cuales se desenvuelven los relatos.
Dioses
La crueldad es la característica principal de la mitología mexicana, con sus terribles
holocaustos en los que sacerdotes ofrecían a sus dioses los corazones palpitantes de las
víctimas. Citlatonac, el que reina en el cielo y su esposa Citlalicue, la madre universal
dieron origen al mundo de los dioses y de los hombres. Uno de sus hijos fue Tecpatl, el
cuchillo de sílex. Abochornados ante su extraño aspecto, sus hermanos lo estrellaron
contra la tierra donde se quebró en mil seiscientos pedazos, cada uno de los cuales se
convirtió en una divinidad. Cinteolt era el joven dios del maíz. Toci, nuestra abuela,
que velaba por la salud de su pueblo, era una de las advocaciones de Cihuacátl, la
mujer serpiente, protectora de los partos. Estas deidades femeninas predominaban en la
tierra pero en el cielo azteca dominaban los dioses con Tlaloc, que gobernaba las
nubes, rayos, truenos y lluvia, Xiutecuhtli, dios del fuego, Mictlantecuhtli, dios de la
muerte que reinaba sobre los Manes en la Región de los Muertos, y Quetzalcóatl, dios
de la paz que reinó en Cholula. En cambio la mitología incaica, menos cruel revela un
mayor grado de cultura. Existió primero el culto fetichista de las piedras, derivado de
la leyenda de los cuatro hermanos, uno de los cuales fundó la ciudad de Cuzco y el
mito de Viracocha, creador del sol, la luna y las estrellas y de Catequil, dios del trueno,
al que se ofrecían sacrificios humanos. Finalmente dominó el culto de Inti, señor del
universo, cuyos descendientes directos eran los emperadores incas. La religión de los
araucanos adoptó siempre una forma corporal, aunque conocían el totemismo y
practicaban el culto a los antepasados. Pillán diosa del trueno, estaba servida por los
huecuvos, espíritus malignos a los que se atribuían todas las enfermedades y los
cherruvos, serpientes con cabeza humana que provocaban las lluvias de estrellas
símbolos de desgracias. Adoraban también a Meuler, dios de los vientos, Nguruvilu,
dios de las aguas, Huaillepenyi, dios de la niebla al que se le atribuían los nacimientos de
niños deformes y Auchimalgen, la luna, única divinidad bienhechora de los araucanos ![]() El héroe de la mitología es un ser inferior a los dioses y superior al hombre, a veces un semidiós, uno de cuyos padres es dios. Puede ser en su origen una figura histórica o legendaria pero en cualquier caso combina la leyenda con la historia. A menudo los héroes griegos eran más famosos que los propios dioses. La prodigiosa fuerza de Hércules hijo de Zeus, manifestada en los doce trabajos que realizó por encargo del rey Euristeo, lo convirtió en la figura más notable de los mitos occidentales. El sitio de Troya está dominado por la figura del guerrero Aquiles, al igual que un héroe de este sitio, el esforzado y prudente Ulises (u Odiseo), con las aventuras de su viaje de regreso a su reino de Itaca, llena la epopeya homérica de la Odisea. Teseo, rey legendario de Atenas, modeló su carrera en la de Ulises. Los mitos Irlandeses medievales conservaban las hazañas de distintos héroes. Uno de estos Cuchulainn, con su fuerza precoz y su intrepidez, recuerda mucho a Hércules. Otros ciclos mitológicos entreverados de magia, se agrupan en torno a Fingal o Arturo, figura esta que revivió más tarde en la novela caballeresca. La mitología sudamericana ofrece un motivo persistente de héroes gemelos que conjugan el doble elemento de cultura y embuste. Este elemento par beneficia a la humanidad con acciones diversas personificado a veces como el sol y la luna: fuerte e inteligente aquél, esta estúpida y débil. Los indios norteamericanos poseen un tipo de héroe similar bajo muchos nombres diferentes, tan pronto embaucador como creador o héroe cultural, aunque falta el elemento gemelo. El poeta chino Ch´u Yuan a finales del siglo II a. de J.C., canta en un poema una serie de nueve héroes nacionales cuyo carácter varía desde los demonios de las montañas y el agua a los patriotas reverenciados. El primer hombre creado por el dios Ahura Mazda tiene la consideración mitológica de primer héroe persa, Gaya Maretan, que se convierte en el primer rey de los persas. Yima, el brillante, antiguo héroe indo-iranio, dilató la tierra para acomodar el número creciente de hombres y animales y más tarde por orden de Ahura Mazda, construyó un cercado al que llevó una pareja de los mejores ejemplares humanos y animales para repoblar la tierra cuando el demonio Mahrkusha destruyó a la humanidad con la nieve y las heladas. Entre los fineses y lapones, el culto de los héroes creció en torno a los primeros jefes fundadores de clanes o shamanes poderosos que recibieron culto regular en bosquecillos sagrados conocidos con el nombre de Luds. Los cheremíes adoran especialmente al príncipe Nemda que descansa bajo una piedra hasta que lo llama su pueblo a luchar contra sus enemigos. Los héroes africanos no aparecen muy claramente definidos, en su mayor parte, aunque los hotentotes tienen un personaje legendario Haitsiaibeb, nacido milagrosamente y dotado con poderes de metamorfosis. Derrota a un enemigo de la humanidad, que insulta a los hombres hasta obligarles a que le arrojen piedras a la frente, las cuales rebotan y matan al que las lanza. Un héroe muy conocido llamado a veces Moshanyana, nace de una mujer embarazada que se cubre de cenizas para evitar ser descubierta por el monstruo Kholumolumo, el devorador de hombres. Su madre le muestra después al monstruo, que llena el desfiladero de unas montañas. El héroe lo mata a cuchilladas, le abre el vientre y salva a personas y animales. ![]() Otros seres sobrenaturales. Toda suerte de seres dotados de poderes sobrenaturales, desde los diminutos elfos a los nórdicos trolls gigantescos, pueblan el mundo de la mitología . En el Alfar nórdico vemos un tipo primitivo de elfo que es indudablemente el progenitor de los espíritus y hadas germánicos y escandinavos, como los Huldre-folk noruegos, que viven en montículos y entonan elegíacas canciones, o los pelirrojos byerg-folk daneses, ángeles rebeldes arrojados a la tierra que entran en las viviendas humanas por un agujero, se granjean la amistad de los hombres y secuestran a las mujeres. Los japoneses siguen creyendo en los sennis, espíritus inmortales relacionados con animales y plantas que vuelan por el aire, expelen su propia imagen por la boca y hacen caballos de las calabazas. Los seres malignos de la mitología japonesa comprenden los oni, feos y repugnantes demonios multicolores a los que unos sencillos encantamientos dejan fácilmente en ridículo; los gaki fantasmas eternamente hambrientos y los tengu, vengativos espíritus incorpóreos de altivos mortales o guerreros muertos en batalla. Los semitas creían en multitud de demonios y espíritus malignos los Jinn que se incorporaron a la primitiva religión lubraica y a la mahometana a pesar de su monoteísmo. Los rephaim son gigantes que habitaron en Palestina antes de los hebreos, los se`irim son sátiros-cabras que se convirtieron en “la víctima propiciatoria” de los sacrificios; los sedium son fantasmas despiadados en forma de toros que devastan la tierra. Poderes benevolentes son los katcinas de los indios pueblo, ancestrales y totémicos, adscritos a todos los clanes que se describen siempre como portadores de máscara y representan el poder personificado de la medicina, de los antiguos o de los objetos naturales. El término genérico de manitos, cubre el concepto indio-americano de los poderes de todo el universo, que pueden aparecer en lugares como pequeños animales o piedras inertes y que imparten su propia fuerza a sus propietarios. En toda África impera la noción de los demonios perseguidores que tienen a la vez características de monstruos y fantasmas. Por ejemplo, los hotentotes hablan de los aigamuchab, que tienen ojos en los pies, desgarran a los hombres con sus dientes puntiagudos y viven entre los matorrales y dunas de arena. Los chiruwi, habitantes de los bosques son semihumanos, hendidos longitudinalmente, luchan con los extraños, los arrebatan si quedan victoriosos y si pierden, les revelan el valor de las hierbas medicinales. Hay también varias clases africanas de seres diminutos, como los itowe que hacen estragos en los huertos y pudren las calabazas; a su contacto los frutos y verduras se tornan amargos. Más pequeños todavía son los abatwa que caminan bajo la hierba, duermen en hormigueros y matan a los extraños que no aseguren haberlos visto de lejos, pues son muy susceptibles a cualquier alusión a su pequeñez. Los celtas primitivos adscriben poderes mágicos y rendían culto a varios animales: toros caballos, cerdos y serpientes. El Brown bull, toro pardo de la famosa leyenda The Cattle Raid of Cooley, protegía del calor con su sombra a un centenar de guerreros, mugía melodiosamente al atardecer y cubría diariamente cincuenta terneras; de cada una de ellas nacía un becerro a la mañana siguiente. La mitología de los indios amazónicos admitía las reencarnaciones de animales, especialmente las del hombre-jaguar. Los antiguos eslavos creían en las reencarnaciones humanas en forma de hadas, “vily”, que representan almas de doncellas no bautizadas, orgullosas o frívolas, condenadas a vagar durante la noche o a flotar a medio camino entre el cielo y la tierra. Son hermosas, esbeltas y de rostro plácido y voz dulce, amantes de las canciones y la danza que adoptan a menudo forma de lobos, serpientes, halcones o cisnes. Aunque amables y bondadosas pueden encolerizarse y acarrear males sin cuento; de ahí que todavía se les ofrezca tributos votivos en Croacia y Bulgaria. Muchas criaturas grotescas aparecen en la mitología griega. Las arpías tenían brazos y pechos de mujer con garras y alas de aves. Ellas eran las que ordenaban las borrascas horrísonas que motivan los naufragios. Los centauros unían el cuerpo de un caballo con el tronco y la cabeza de un hombre, vivían en cuevas y grutas de las montañas y combinaban la sensualidad con la benevolencia. Las sirenas demonios alados de la muerte, moraban en las tumbas y encantaban a los hombres con sus canciones. Escila y Caribdis eran dos diosas transformadas en monstruos horribles entre los cuales tuvo que navegar Ulises. Escila tenía seis cabezas sobre seis cuellos de serpiente que se alargaban para destrozar a los que pasaban a su lado mientras que Caribdis, tan voraz como Escila, tragaba y escupía remolinos de agua negra tres veces al día. (Richard M. Darson) Miles e incluso millones de maravillosas historias, de amor, de odio, de celos, de guerra, de venganza, etc., nos ha dejado la mitología., historias deliciosas, intrigantes y excitantes que podemos encontrar en cualquier recopilación de las miles que pueblan las bibliotecas o las librerías del mundo. Verdaderos Best seller que millones de seres a lo largo de la historia de la humanidad, han devorado leído o contado sin descanso. La mitología nos proporciona aun hoy entretenimiento; muchos somos todavía aficionados al género y su actualidad se puede ver reflejada en nuestros usos lingüísticos. ¿Quién no ha comparado o ha escuchado comparar a un hombre guapo con Adonis, a uno fuerte con Hércules o quién no ha oído insultar a alguna mujer llamándole arpía? Cientos de palabras se han desprendido de sus dueños, han abandonado a sus héroes para incorporarse a nuestro habla habitual, es justo por lo tanto que no olvidemos su origen y que contribuyamos como en la antigüedad a glorificar a los dioses, recordando algunas de sus famosas hazañas y dándolas a conocer entre los nuestros. |
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