-¡Vaya! ¡Cuánto lo siento! Pero no debes preocuparte. Si sabes que la princesita vendrá pronto a buscarte sólo tienes que esperarla y acercarte para que te bese. ¡Es muy sencillo!
       -¡Ese es el croac problema! ¡Tienes que croac ayudarme!
       Jose no entendía nada. No sabía que es lo que esperaba su amigo de él. El no era princesita y aunque lo besara no rompería el hechizo.
       -Te ayudaré a buscar a la princesa.
       -¡Croac no! ¡No me croac comprendes! ¡No quiero que me croac besen! ¡No quiero volver a ser nunca más un croac príncipe!
       -¡OOOHHH!
       Y tras decir esto Jose se quedó mudo.
       ¡Menuda una sorpresa!
       El príncipe, que era sapo, no quería ser príncipe, deseaba ser sapo. ¡Era una locura!
       ¡Quería destrozar el cuento que llevaba impreso en la piel! ¡Cambiarlo por otro aún no escrito!
       -¡Pero eso no es posible!- dijo el niño después de mucho pensar- ¡Tienes que volver a ser príncipe!
       -¿Porque croac tengo que hacerlo? Odio ser croac príncipe. Es aburridísimo. Aquí en la croac charca tengo muchos amigos, una casa preciosa y me lo paso genial. No quiero volver al croac palacio para prepararme a ser croac rey. Yo quiero ser un croac sapo experto es cazar croacs libélulas.
       Jose no perdía ni un solo detalle de las palabras del sapo parlanchín. Trataba de comprender sus razones y no le costó mucho hacerlo. Sólo precisó echar una mirada a su alrededor para ponerse en el lugar de su amigo. Cambiar aquel paraje de ensueño, con sol, con flores, con aguas cálidas y cálidos amigos por la frialdad de un palacio no tenía sentido.
       -¡Ayúdame! ¡Hazme ese croac favor!






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